Escrito por Tristán López, activista y filósofo guatemalteco.
El 28 de septiembre se conmemora el día internacional por el aborto legal y seguro en el mundo. Hoy, se atestigua una lucha cotidiana por la autonomía corporal de las mujeres, hombres trans y personas con capacidad de gestar, que trasciende nuestros cuerpos y se cuela a las calles, tribunales y salas legislativas.
Mismas calles y edificios cívicos donde se lleva el pulso de la democracia, corrupción y poder constitucional. Y es que la demanda por el aborto legal y seguro es la demanda por la autonomía de nuestros cuerpos y, en última instancia, la lucha democratizadora por escoger nuestro destino como sociedad.
Cada cuatro años las calles de los centros urbanos de Guatemala se vuelven protagonistas de un colorido espectáculo electoral en donde los grupos de poder, cual sea el color ganador de la contienda, se reparten las instituciones y consolidan su poder para que el Estado sirva solo a intereses particulares.
En la incipiente democracia guatemalteca, los partidos políticos han servido únicamente como vehículos electorales para controlar el poder político, vacíos de propuestas ideológicas y planes de gobierno. ¿La agenda reciente? Impunidad.
Ciudad de Guatemala. Es en este despliegue ensordecedor de colores, vehículos de todo tipo, concreto y contradicciones, donde las calles sentencian mediante vallas publicitarias la validez e importancia de las vidas de las mujeres y personas LGBTIQ+: aquí las personas LGBTIQ+ y las mujeres no son bienvenidas, se lee entre las líneas de la propaganda electoral conservadora.
Y es que la contienda este año fue marcada por una anomalía en el tembloroso sistema democrático, sin que nadie lo viera venir, un candidato progresista y su partido lograron llegar a la segunda vuelta para la elección presidencial. La respuesta del sistema fue la puesta en marcha de un aparato propagandístico conservador impresionante cuyo contenido atacaba directamente la autonomía corporal, el derecho al aborto, a las familia de personas LGBTIQ+ y las identidades trans. Esta propaganda adorna bien las calles de una ciudad y país donde, solo en el 2023 se han asesinado a 23 personas LGBTIQ+ y se han registrado 67 casos de violencias cotidianas no homicidas.
Una voluntad amable: ensayar formas utópicas para las corporalidades trans
Pero en esta ciudad indolente también hay memoria y resistencia, se preserva una voluntad amable que abre espacios para los hombres trans como yo. Hace unas semanas, navegando la propaganda, me abrí camino a una clínica comunitaria gestionada por el Colectivo de hombres trans Trans-formación en el centro de la ciudad: la única clínica donde he sentido un respeto absoluto a mi identidad de género.
Incluso cuando me realizo ultrasonidos pélvicos de rutina que advierten quistes en mis ovarios y a la vez se analiza el mejor régimen de testosterona para mantener la barba y la complexión muscular que más me hace feliz.
”¿Y si te quitamos el útero y los ovarios? Así ya no hay problemas de quistes.” Me comenta la doctora del colectivo. “No sé si quiero tener hijos.” Argumento y la doctora me recibe entero con una sonrisa comprensiva. En realidad no sé pero quiero tener la opción, la libertad de pensarlo con calma, la autonomía de decidir y saber que seré bienvenido en este mundo con una pancita de embarazo si es eso lo que quisiera. Recientemente aprendí que la sociedad, el Estado, se debería organizar para que podamos vivir todo nuestro potencial, para proteger la feroz —innegable— humanidad que nos habita.
Quiero sentirme seguro y saber a dónde ir para cuidar de mi salud sexual y reproductiva: así, me hubiera gustado saber qué hacer y a dónde ir en caso de haber necesitado un aborto después de haber tenido una práctica sexual sin condón con un hombre cis. Sin embargo, la salud sexual y reproductiva, el acceso a anticonceptivos, pruebas, abortos y la salud pública con perspectiva de género en general, es otro de los grandes pendientes para la comunidad de hombres trans y masculinidades trans en Guatemala. Aún no contamos con los mínimos para la salud de las personas trans. No, no nos referimos a procedimientos de reafirmación de género, es que en los hospitales y clínicas ni siquiera nos quieren atender.
En mi país las conversaciones sobre el aborto han estado inmersas en el ruido porpagandístico anti-género y anti-democracia. El Estado de Guatemala ha concentrado, indolente, el poder de hacer vivir o dejar morir: obliga a parir a niñas violadas pero deja morir de hambre a la mitad de las infancias que nacen.
El Estado deja morir cuando, bajo gritos de auxilio, la policía impide que se atienda a una mujer trans para no “contaminar la escena del crimen”. Y es así como se postergan las conversaciones amplias que conciernen a muchas corporalidades y cómo gastamos nuestra energía en defender mínimos —que se respete el voto popular, por ejemplo— cuando podríamos estar ensayando las formas de utopía que nos ha legado la memoria de nuestras comunidades y colectividades.
La casa y el mundo: movimientos democratizadores como única esperanza ante la crisis
La historia nos ha enseñado que en tiempos de crisis políticas, los derechos de las mujeres y personas LGBTIQ+ son los primeros que corren el riesgo de retroceder. En Guatemala las amenazas a la continuidad del pacto de corrupción de los grupos de poder han generado una reacción conservadora que busca consolidar una visión del mundo excluyente. Y no solo en Guatemala, vivimos en Centroamérica y el mundo tiempos de crisis políticas que ponen a prueba la solidez o fragilidad del poder constitucional de los pueblos.
Contemplamos también cómo las sociedades convulsionan ante crisis democráticas provocadas por la corrupción y también cómo se lleva al límite la capacidad del capitalismo para dar respuesta a la crisis civilizatoria del cambio climático.
Es en este escenario donde grupos de poder conservadores y antidemocráticos, lejos de ofrecer respuesta a estas problemáticas que estallan en nuestra cara todos los días, buscan que nada cambie apelando a espacios íntimos y cargados de sentido para todas nosotras las personas: la familia, los roles de género, las infancias (el futuro de la sociedad), el matrimonio y la sexualidad.
Ante la mayor crisis que ha enfrentado nuestra civilización, los grupos conservadores insisten en que las personas trans, de alguna forma, somos el problema. Resulta hasta sentido común: regresar a casa cuando el mundo se vuelve demasiado incierto. Sin embargo, tenemos el poder de aliviar el sufrimiento del mundo y hacerlo todo nuestra casa.
Es por eso que en Guatemala y el mundo, la lucha en contra de los derechos humanos y la democracia ha sido en clave anti-género. Sin embargo, este 28S también asumimos la responsabilidad de advertir que los actores antidemocráticos no son compatibles con nuestros derechos sexuales y reproductivos y la autonomía de nuestros cuerpos.
También, con cada vida que buscamos dignificar, se abre la posibilidad de construir movimientos feministas y LGBTIQ+ que demanden un aborto legal y seguro para todas las personas gestantes. Es por eso que las personas trans debemos estar en la conversación por la autonomía corporal, pues históricamente se nos ha negado el acceso a cosas tan básicas como el reconocimiento legal o la posibilidad de vivir una vida sin violencia.
De la misma forma, este 28S podemos articular feminismos que no se traicionen a sí mismos y posterguen las necesidades de los hombres trans y masculinidades trans bajo la idea de que “si se gana el aborto legal y seguro para las mujeres cis, eventualmente le tocará el turno a los hombres trans”. No, la historia del feminismo y los movimientos sociales ha demostrado que los avances de un grupo no equivalen a los de otro que comparte demandas similares —así como las campesinas no lograron el sufragio femenino cuando las mujeres urbanas blancas lo hicieron—. De la misma cuenta, es necesario desterrar de nuestros espacios al feminismo que se alió, en un mismo ecosistema político y financiero, con los actores anti-derechos que decía combatir —el feminismo TERF o transfóbico—. Es urgente crear puentes desde ya en un movimiento social, plural y democratizador.
En Guatemala, tenemos una tradición muy fuerte de defender la democracia, una de las victorias ciudadanas de la memoria reciente fue el retroceso de la iniciativa anti-derechos 5272. Iniciativa que buscaba incrementar penas para el aborto, prohibir la educación integral en sexualidad y la prohibición expresa del matrimonio igualitario.
En un estallido social, amplios sectores, liderados por el movimiento feminista y LGBTIQ+, lograron hacer retroceder la aplanadora del Congreso de la República.
Esta, como todas las victorias recientes, solo se logró mediante una articulación amplia de actores sociales en un movimiento que tiene al centro una demanda democratizadora que demanda al unísono: estos cuerpos son nuestros, este país es nuestro.