Esta es la pregunta que, desde la preocupación, se hicieron muchas ecofeministas en el Tercer Encuentro del movimiento Ecofeminista “Trenzando Saberes para Defender Nuestros Cuerpos y Territorios” desarrollado en El Salvador este 17, 18 y 19 de noviembre. La respuesta que ellas dan, es que hay que partir de la idea radical de que es imposible defender los derechos de las mujeres si estas no tienen un territorio que les permita vivir dignamente.
Y es que no es para menos, pues según la economista-feminista Julia Evelyn Martínez, sólo El Salvador, tiene 9 zonas de interés minero-metálico ubicados principalmente en fuentes de agua y ríos importantes para el abastecimiento de todo el país, sumado a ello los megaproyectos residenciales, los centros comerciales y los monocultivos. También el resto de países mesoamericanos reproducen este mismo modelo económico que acaba con la vida. “Nunca hemos estado tan al borde de la muerte como ahora. Estamos atravesando la mayor crisis de la sostenibilidad de la vida”, comentó en el encuentro Martínez.
Ella también asegura, que son las mujeres las que están remendando los agujeros que el sistema económico va generando, porque allá donde no hay comida hay mujeres sembrando y dando de comer, porque allá donde no hay agua hay mujeres recorriendo kilómetros para no dejar morir de sed, porque allá donde hay gente enferma o un bebé recién nacido hay mujeres cuidando de elles. Son mujeres que hacen un gran esfuerzo para que exista la vida humana, pero también es necesario reconocer que no son todas las mujeres, son aquellas cuyos cuerpos han sido marcados para cuidar de otros, aquellas que su cotidianidad se va en seguir tejiendo las vidas que el sistema intenta acabar, son mujeres que en su mayoría están en las periferias, en las comunidades, en la ruralidad; cuerpos marcados por la división sexual de trabajo, pero también por la clase y el racismo.
Estas mujeres también están librando una lucha contra cementeras, contra la reinstalación de la minería metálica, empresas hidroeléctricas, la construcción de proyectos turísticos, la producción de caña de azúcar; mujeres que han comprendido que las empresas llegan a sus territorios, con complicidad de los gobiernos, a exprimir la tierra y a los cuerpos que allí habitan para luego desecharles cuando ya no son productivos para el mercado.
Entonces, ¿cómo comprender que su lucha está preservando miles de vidas y que por ende es injusto que la sigan librando como si fuese su responsabilidad? ¿Cómo comprender que debe vincularse todo el movimiento feminista en su diversidad y pluralidad de expresiones y el resto de habitantes, organizades y no organizades?
En el encuentro se habló de que es necesario romper con esa lógica de dueñidad de la naturaleza, pues no somos el centro de ella, somos parte; y eso mismo nos permitirá comprender dos condiciones indispensables para nuestra existencia. La primera, es que somos radicalmente ecodependientes. Todo lo que nos permite vivir: el alimento, el agua, el aire, la vivienda, vestir, etc., proceden de la naturaleza. Y esto se obtiene a través de formas de organizar la vida, que cada vez más están basadas en relaciones de dominación y de aniquilamiento en una naturaleza que tiene límites.
La segunda condición es que somos interdependientes. Tal como lo señala la ecofeminista Yayo Herrero, ninguna vida es posible en solitario. Porque nuestras vidas no son posibles si no hubiese gente que invierte horas de trabajo, de tiempo y de energía al cuidado de una realidad que permita las condiciones necesarias para la subsistencia. Y esto es lo que estas mujeres hacen, dedican su tiempo, cuerpo y vida misma para preservar las nuestras. Entonces, ¿cómo seguir sosteniendo que sus luchas no nos vinculan?