Libertad y Autonomía

Defensa de la vida en expresiones plurales de existencias: descolonizaciones, antirracismos y tejidos de armonización como caminos plurales de libertades

Chahim A’jam Vásquez Leal, comparte reflexiones, sentires y pensamientos que ha vivido por acciones para la defensa de la vida en pluralidad de existencias, así mismo enuncia preocupaciones y propuestas de libertades para defender las expresiones plurales de vida.

Por FCAM | October 11, 2023

Chahim A’jam Vásquez Leal.

Septiembre del 2023.

En el siguiente documento se compartirán reflexiones que se han vivido por acciones para la defensa de la vida en pluralidad de existencias, en primera persona política personal y comunal. Reflexiones que se entretejen en tiempos de transmutaciones políticas, de sentires y pensamientos que se quedan en el cuerpo y en la tierra.

Desde las inquietudes de los sueños, de los llamados espirituales, desde los ecos de armonización ancestral que se vivieron en otros tiempos de profundo respeto para las infinitas y plurales maneras de armonizar la vida.

Se enunciarán preocupaciones, pero también propuestas de libertades para defender la vida en sus expresiones plurales, en los caminos de justicia y emancipaciones, que habitan los territorios originarios en Iximulew/Guatemala, desde una epistemología plural cotidiana y originaria espiritual, sin pretensiones correctas, ni perfilaciones políticas, sino desde la creatividad en resistencia para afrontar las violencias en contextos políticos impuestos en el sistema específicamente nombrado, como Estado Nación Colonial: Guatemala-Centroamérica.

En el tejido de estas palabras escritas, se abrazan momentos íntimos de dolor por la abnegación de nuestras existencias, vengan de quien vengan, surjan de donde surjan. En los entramados de dolor agudo se convocan las rebeldías para emanciparnos, para despertar y no acomodarnos en los discursos de barniz ni en las coherencias políticas estandarizadas como herencias coloniales y patriarcales.

Estas palabras escritas se tejen como una ruptura ante los ejercicios de instrumentalización y conductas de poder en las diferentes dimensiones que habitamos y así levantarnos para caminar con nuestras certezas de libertades.

Tejer la palabra escrita

Quisiera compartir que ha habido en mí una resistencia a la escritura, no solo por historias de violencia que me suscitan y me remontan a mi tiempo estudiantil, sino porque también me encuentro con muchas palabras escritas que pierden su sentido y su intencionalidad política, al quedarse en una dimensión a la que solo tienen acceso personas que puedan leer en el kaxlan Tz’i’ / Castellano Colonial.

En este mismo sentido, he apostado durante muchos años a la oralidad política, como un elemento ancestral que nos ha sostenido a lo largo de los tiempos difíciles, pues es en la oralidad ancestral donde encontramos los elementos para armonizar la vida como un tejido de profundo respeto por todo lo que existe.

La oralidad nos lleva a dimensiones de sentires profundos. El conjunto de muecas, tonos de voz, gestualidades y vibraciones, activan nuestros sistemas sensoriales y nos convocan a infinitas experiencias. La oralidad es un camino integral para nuestros tejidos políticos espirituales y la sostenibilidad de nuestras existencias. Nos permite acercarnos a lo íntimo de los cuerpos y de la tierra, para escuchar, sentir y actuar.

En la oralidad encontramos las acciones cotidianas descoloniales y anti patriarcales tan genuinas, emancipatorias e infinitas. Desde un castellano colonial mal pronunciado, hasta la creatividad sobre este mismo idioma, agregando, por ejemplo, la “E” a los pronombres personales y proponiendo la “A” para las visibilizaciones, en diferentes espacios donde se tejen rebeldías sentidas y profundas del día a día.

Por justicia de mi existencia y de muchas otras, me he convocado a tejer la palabra escrita como un camino de emancipación y de transgresión personal ante la instrumentalización de nuestras existencias. Esto sucede cuando somos interpretadas por quienes no tienen nuestras realidades, por quienes creen que tienen una licencia de salvadoras y salvadores para escribir nuestras palabras y visibilizarse de manera individual y ególatra con nuestras historias, cuando podríamos armonizar desde una espiral con todas nuestras palabras comunicando al mismo tiempo, sin un orden establecido, ampliando nuestro corazón, espíritu y energía. Escuchar muchas voces al mismo tiempo, que se comprenden, sienten, valoran y se acompañan entre sí.

¿Quién teje esta palabra escrita?

Mujer Intersexual, Jalanil Junxaqalil, Maya Q’eqchi’ Afro-Romaní. Desde sus saberes espirituales para defender la Vida en pluralidad de existencias

Mi nombre es Chahim Vásquez Leal, soy una mujer intersexual jalanil Junxaqalil, maya afro y romaní. He tenido la oportunidad de develar en este camino el reconocimiento de mis tres culturas, desde los momentos más duros que he enfrentado por las violencias que se hicieron presentes en mi temporalidad de vida.

Tres sangres, tres hilos y tres caminos que abrasan mi existencia, que en algunos momentos me conflictuaron por la ausencia identitaria familiar en un contexto de asesinatos, desplazamientos y pocas oportunidades. Todo esto desde el racismo colonial y patriarcal, sumado a las desarmonizaciones ancestrales, dando como resultado un borrón de la memoria.

En las sociedades ladinizadas, urbanizadas e intervenidas por las acumulaciones de despojos sobre nuestros cuerpos y sobre la tierra, se concretan también despojos sobre la memoria y principalmente de nuestras espiritualidades originarias.

Nací sobre las temporalidades en las que se firmaban los acuerdos de paz en Guatemala, una paz racista por sí misma en su etimología y además excluyente de los principios y valores de nuestras cosmogonías originarias. Proceso que, a mi sentir en algunas dimensiones, homogenizó las identidades asignadas por la intervención económica sobre nuestros procesos personales comunales y culturales.

¿Qué es la paz? ¿Una experiencia vivida o un oasis racista para la inclusión a un sistema colonial?

En mi sentir comunal con otras mujeres, compañeros, compañeres y la diversidad infinita de expresiones de vida, hemos llegado de muchas maneras a la siguiente conclusión: la paz nunca llegó. Nunca ha estado presente más que en las palabras de los discursos que consuelan de manera absurda el espejismo social ante el acumulado de represión, despojo y sostenibilidad de los sistemas de opresión dentro de nuestros pueblos, así mismo como de los estados nación coloniales.

Mi acompañamiento ha sido a través de los saberes ancestrales que heredé, pero también de los que fui develando de la tierra, viento, agua y de la necesidad inmediata de lo urgente de resolver en mi niñez, adolescencia y juventud, atravesada por la transnacional de Cristo Jesús, por un sistema educativo occidental, por la vergüenza y la culpa de portar los rasgos que mi cuerpo porta, que ahora en compañía de muchas otras mujeres he logrado aceptar, amar, cuidar y respetar, no como un proceso romántico, sino como un conflicto amoroso donde el sube y baja forma parte de la búsqueda constante de la conciencia, la sospecha espiritual de lo que siento y voy experimentando; todo esto se hace comunal al compartir con otras mujeres, con compañeres y compañeros, sobre cómo podemos resolver lo íntimo y personal, para atrevernos a tejer de manera comunal apuntándole a las armonizaciones de vida.

¡Despierta! Racismos, colonialismos y desarmonizaciones

Viene a mi mente la imagen de una gota de tinta, cayendo en un vaso de agua. En el momento que la tinta toca el agua, cada molécula de la tinta al chocar con el cuerpo del agua se vuelve una misma y deja de ser un vaso de agua, y se convierte en un vaso de tinta. Lo entiendo y lo siento de esta manera, porque el inicio del racismo para mí, viene desde una intencionalidad hegemónica económica muy antigua, que también es patriarcal.

Evoluciona con el tiempo, se regenera y se adapta a cada fenómeno político hegemónico impuesto, como una certeza patriarcal que pareciera que camina por sí sola, en la que encajan muchas otras violencias que se constatan en nuestros cuerpos y en la tierra.

Relatos

En una ocasión entré con una amiga que es canche, es decir, que tiene el pelo rubio, a una tienda barrial. El señor que atendía me vio y me dijo que lo esperara porque iba a atender antes a la canchita (canche se le denomina coloquialmente a una persona que tiene el pelo rubio). Él mismo no sabia que la compra la haríamos juntas, a lo que ella con indignación respondió que me atendiera a mí porque yo iba a pagar.

La experiencia más reciente de racismo la tuve en la Antigua Guatemala. Hace poco fuimos invitadas muchas mujeres a un espacio donde se hablaba, reflexionaba y se aportaba para dimensionar las justicias de las mujeres. Al terminar la actividad decidimos ir a bailar.

Nosotras portábamos nuestra indumentaria e intentamos entrar a dos lugares, de los cuales, de la manera según ellos sutil nos dijeron “que se reservaban el derecho de admisión”.

Luego de que encontráramos un lugar donde nos sentíamos cómodas, había música y decidimos entrar a bailar, comer y convivir con otras compañeras. Sin embargo, al entrar al lugar nos empezamos a percatar que todas las personas del bar nos veían. Muchas de esas personas eran kaxlanes y ladinos mestizos. “¿Ya te disté cuenta que todos nos están viendo? ¿Ya te disté cuenta cómo nos están viendo y solo estamos bailando?… Sí amiga, lo que pasa es que no están acostumbrados a que las mujeres indígenas nos divirtamos y tengamos acceso a lugares como estos. Están acostumbrados a vernos llorar, a vernos limpiando sus casas y servirles, pero jamás pagando nuestra propia comida en un lugar como este, disfrutando. ¡Creo que eso es lo que peor les cae: vernos disfrutando!

En ese momento nos dispusimos a disfrutar más y a concentrarnos en bailar, reír y contar anécdotas mientras la música sonaba. Al lado de nosotras había una mesa de mujeres ladinas kaxlanas jóvenes y al otro costado había una mesa de hombres gringos.

Mientras nosotras bailábamos uno de los hombres se puso atrás de mí y puso su mano en mi cintura al ritmo de la música. Yo me detuve, mis amigas se detuvieron, volteé y le pedí de la manera más amable, respirando y conteniéndome por su acercamiento físico y el tacto no consensuado, que se apartara de mí y que nos dejara bailar, a lo cual ellos respondieron con dichos como: “mamita rica”,latina”, intentando grabarnos con sus teléfonos celulares. Cuando por fin entendieron que estábamos dando una negativa a su comportamiento, se apartaron.

Automáticamente el grupo de mujeres los llamaron y les dijeron: “Aquí sí se pueden sentar con nosotras”, sugerencia que no fue atendida por los gringos y se regresaron a su mesa. Las mujeres de ese grupo nos miraron indignadas y decían en voz baja: “Que se creen estas inditas rechazando a los gringos”, “son unas resentidas”, “entonces para qué vienen”.

En ese momento una vez más respiramos juntas, nos hicimos miradas de indignación, pero decidimos priorizar entre un tiempo, pues nos es difícil tener tiempos de recreación ya que el otro camino era, parar todo y desgastarnos por esta situación. Todas seguimos bailando hasta que regresamos al lugar de la actividad.

El racismo puedo interpretarlo como dos licencias otorgadas de conductas sociales, que llegan a intervenir de manera negativa en lo íntimo y lo personal, que convierte las experiencias más naturales de vivir, en un vaivén de dolores emocionales, espirituales y físicos, de inferioridad, despojo y vacío, que, aunque la palabra RACISMO se pueda evidenciar en diferentes acciones, cuando esta se manifiesta y decimos “¡hey, eso es racismo!”, realmente me parece bastante corta para poder enunciar de manera clara todas las emociones y sentires que se viven al momento que atraviesa los cuerpos y la tierra.

La primera licencia es el permiso de ser racista, que se le asigna a ciertos cuerpos. Es decir, tienen el respaldo social, religioso, estatal, jurídico, legal, económico legislativo, familiar y cultural para poder ejercerlo sobre otros cuerpos y tierra.

La segunda licencia que se otorga, es a los cuerpos y territorios que enfrentan el racismo y la colonialidad sistémicamente por estas acciones negativas.  Es decir, se nos da permiso de soportar, silenciar, adaptar, interiorizar y hasta sonreír cuando suceden estas situaciones.

Se nos enseña y demanda a mantener la calma y la tranquilidad para no ofender a los agresores y en las mejores intenciones del racismo, se nos delimita hasta dónde puede llegar nuestra indignación y qué conductos podemos usar para denunciarla. ¿Cuál sería la reacción genuina si no tuviéramos estas licencias sobre nuestros cuerpos? ¿Cómo actuaríamos genuinamente ante las situaciones de racismo?

He conversado con muchas mujeres de diferentes pueblos originarios, mujeres nombradas ahora como indígenas, negras, de la diversidad sexual o que se nombran desde la pluralidad de vida en los territorios originarios; defensoras, feministas y activistas. En nuestras conversaciones cuando hacemos reflexiones o catarsis siempre develamos que el racismo va de la mano con el patriarcado y todo esto con el capitalismo.

Desarmonías

Asignación ocupacional en un sistema económico que ha tenido diferentes funcionalidades correspondientes a las posiciones hegemónicas, desde una estructura que mide el valor de nuestras existencias, asignando, de acuerdo a criterios que no son reales, una aspiración negativa que nos hace alejarnos de nuestra propia existencia y nos convoca de una manera violenta aspiracionista, a algo que no somos.

Nuestras identidades culturales, originarias, personales y comunales, están sesgadas para anular y expropiarnos de nuestra identidad, y nuestros modelos de sostenibilidad se ven sumergirnos en un modelo económico que tiene diferentes fundamentos estructurados, con la intención de abnegar de manera sistemática nuestras acciones cotidianas, despropiándonos de todo aquello que represente tejer la vida, desde lugares plurales, y por el contrario, moldearnos desde el rechazo internalizado y naturalizado.  

Por ende, el racismo se vuelve una lógica imperante, que pareciera que caminara por sí sola, es decir, ya no tenemos un primer shock ante estas acciones de violencia, como se vivieron en los primeros tiempos de la invasión colonial, sino un sistema corporal de conciencia estético cultural, que sostiene el camino y la evolución del racismo, la productividad, legitimización, asimilación y sostenimiento de lo que se ha configurado como ejercicios de poder, en donde cada persona puede tener adquisiciones en esta estructura, de acuerdo a qué tan alejada asimile su expresión de vida de sus raíces, teniendo la esperanza de ser asimiladas por algo inexistente, como el modelo de humanidad económica que nos permitiría, según estas lógicas, no sentir el golpe del racismo desde el dolor sino desde la asimilación, como un conteo de puntajes. ¿Qué requisitos cumplir   para no sufrir racismo, a través de anestesiar nuestras conciencias y desnaturalizarlos de nuestros sentires armónicos para tejer la vida en pluralidad de existencias?

Libertades y armonizaciones plurales para la vida.

Es importante reconocer que hay salidas, caminos y formas infinitas de emanciparnos de todas las violencias que atraviesan nuestros cuerpos. En medio de esta reflexión me gustaría decir que la colonialidad y el racismo no son los únicos problemas que afrontamos las mujeres originarias del mundo.

Hay dimensiones que enfrentamos que no vienen del racismo ni la colonialidad, de las cuales nos corresponde únicamente a nosotras hacernos cargo, con complicidades respetuosas claro está, pero en primera persona política personal y comunal.

Siento en mi corazón la necesidad de poner claridad a las palabras de libertad y armonización, ya que, para mí, en mi vida personal y en los acompañamientos que hago de manera comunal, son palabras que tienen diferentes caminos y que nos ayudan a comprender de otra manera la estructura y el desempeño de las violencias a través de los tiempos.

En este sentido no es lo mismo la libertad que la armonización y reconociéndola en caminos plurales, no son lo mismo las libertades que las armonizaciones.

Armonizaciones

Las armonizaciones se tejen en tiempos muy antiguos, donde había posibilidades de habitar el tiempo y los territorios de manera distinta a como lo hacemos ahora.

Había un profundo respeto por las existencias, no solo como una dimensión cultural o política espiritual, sino como una dimensión de reconocer en las conciencias, de que este respeto por las expresiones de vida, era lo mínimo indispensable que podíamos tener para coexistir con la tierra y entre los cuerpos en su pluralidad existencias.

En mi sentir personal, había una mayor conexión con una misma, por ende, había una mayor conexión con todo lo otro que existía, había el respeto y no había intenciones de ejercer poder entre cuerpos, ni de controlar, ni había fantasmas de egos ni narcisismos, que interrumpían la armonización para tejer la vida.

Libertades

En el momento del mundo, en el que se hizo la primera desarmonización, existió la primera libertad, porque entiendo y comprendo la libertad como todos los procesos que tenemos que hacer para liberarnos de las opresiones. Es decir, las libertades nacen cuando nacen las opresiones.

Enuncio de manera consciente a las primeras mujeres que se levantaron en contra de los primeros racismos y colonialidad. Los países, imperios hegemónicos, tuvieron una primera represión en sus mismos territorios. Antes de poder llevar esas violencias a otros territorios, primero las ejecutaron en la de ellos mismos.

En este caso, refiriéndome a las invasiones europeas, podemos ver en sus historias que las primeras desarmonizaciones las hicieron los hombres en sus territorios aplicando la quema de brujas, por ejemplo, para posteriormente invadir otro territorio y sostener las mismas violencias para las mujeres de nuestros territorios.

Asumir todos estos procesos como cargas acumuladas en nuestros cuerpos, que nos desgasta y nos lleva a una dimensión de anular nuestra existencia, es importante, en tanto esto nos lleve a tejer certeza política espiritual, en una búsqueda infinita por La Rebeldía.

Esas primeras mujeres y esos primeros cuerpos que sembraron inconformidad ante esas acciones, sembraron saberes y sospechas, dejando caminos iniciados para que sigamos caminando, limpiando y cada vez existan más caminos emancipatorios de libertades y armonizaciones.

En estos tiempos contemporáneos animo profundamente a todos esos cuerpos que se les disputa la opresión, no solo como un indicador, sino a quienes están por debajo y aún más abajo de esta perversa cadena de poder de enajenación y vulnerabilidad, a que se despierten, se levanten con amor, fuerza, respeto y paciencia.

También a todos estos cuerpos, que con mucho esfuerzo y sobrellevando varias disputas, han tenido adquisiciones importantes (desde la legitimidad que dan estos sistemas) a que no olviden sus raíces y puedan despojarse del miedo de rechazar el poder, los ejercicios de poder y la instrumentalización que se puede llegar a reproducir, cuando acostumbramos nuestros cuerpos a la sensación  aspiracional de poder; una aspiración que es un espejismo de algo que construye un momento de satisfacción que adormece nuestra conciencia, y nos acostumbra a justificarnos cuando somos nosotras, nosotres y nosotros, quienes desarmonizamos la vida.

Levantemos nuestro espíritu, nuestra mirada, nuestra conciencia. Tomemos con responsabilidad nuestras rupturas y nuestras coincidencias, generemos propuestas con principios y valores, con adquisiciones conscientes que no pasen por certezas patriarcales, coloniales y racistas.

No precaricemos el trabajo de quienes la llevan peor en estos tiempos, levantémonos juntas con conciencia, con amorosidad no romántica, sino consciente y real, para abrazarnos, disfrutarnos, acumular memorias de placer, de disfrute, de rebeldía y de emancipación.

“El racismo no es la exclusión de un sistema, el racismo es la negación de las infinitas maneras que existen, de tejer y expresar la vida”.

Chahim Vásquez

Hilos de la palabra

Estas reflexiones fueron hiladas junto con los caminos de conciencia que se despertaron dialogando, conviviendo y defendiendo la vida con mujeres en territorios originarios, mujeres criminalizadas, sobrevivientes de violencias y violencia sexual. Mujeres jóvenes, artistas, tejedoras, vendedoras de mercado. Mujeres defensoras de la Vida en sus territorios, con mujeres trans, mujeres diversas con expresiones plurales en sus cuerpos, identidades y sexualidades. Mujeres plurales con discapacidad, Mujeres migrantes y originarias del mundo, con compañeros y compañeres rebeldes ante su propia existencia, mujeres negras, pájaras y Afro-Q’eqchi. Mujeres que se reconocen feministas en su pluridimensionalidad.

A nosotras nos aviva la rebeldía ante el acumulado de violencias de estos tiempos y nos sostiene la apertura y los despertares sentidos de profundo respeto por las infinitas y plurales maneras de tejer la vida.