El poder y la autonomía de nuestras cuerpas no debería estar limitado cuando hablamos de sexualidad. La sexualidad —o más bien, las sexualidades—, son plurales, amplias y nos retan constantemente a redescubrir nuestros más íntimos deseos y voluntades. También nos invitan a desmantelar las creencias y prácticas patriarcales que nos han sido inculcadas, con el fin de liberarnos y fluir. Este proceso de emancipación (para sentirnos más plenas, seguras y poderosas en nuestro disfrute), sería casi imposible sin los feminismos y sin el acompañamiento sororo de nuestras amigas y aliadas.
Para reflexionar sobre el tema, conversamos con dos mujeres potentes, Karla Guevara del Colectivo Alejandría, de El Salvador y Clara Alicia Sen de Mujeres Mayas Ajchowen, de Guatemala, quienes nos cuentan desde sus experiencias y sentires, cómo han vivido sus sexualidades y las dificultades que han enfrentado para acceder a la atención en salud sexual y reproductiva, en tiempos de pandemia.
Colectivo Alejandría es una organización no gubernamental que nace en 2011 para trabajar por los derechos humanos de la población LGBTIQ+, desarrollando procesos de incidencia política y capacitación, y mejorar su acceso a la educación y formación profesional. Otro de sus ejes, es la salud sexual, específicamente, el fortalecimiento a la respuesta ante el VIH en El Salvador.
Mujeres Mayas Ajchowen nació en 2012 por la necesidad de compartir, aprender y visibilizar desde las artes escénicas (música, danza y teatro), el sentir de las mujeres mayas, reivindicando su cultura y su aporte social. Para el grupo, el arte es una forma de decirle a la sociedad que las mujeres mayas son pensadoras y creadoras. Ajchowen significa “mujeres artistas”.
FCAM: ¿Qué tabúes y prejuicios tuvieron que deconstruir para conectarse con la vivencia de sus sexualidades, sin juicios ni culpas?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): Las personas crecemos, de alguna manera, en hogares con la heteronorma. Se nos enseña qué cosas son para niños y qué cosas son para niñas; las niñas pueden llorar, los niños no pueden llorar. Siempre he dicho que tanto en hombres como en mujeres debe haber una deconstrucción. A mí, por ejemplo, siempre me gustó jugar a la mamá y el papá, y siempre me gustaba ser la mamá, me ponía los vestidos, pero eso tenía que hacerlo a escondidas, porque mi mamá no podía verme así.
Yo tuve que deconstruirme en la relaciones sentimentales y románticas. Eso es, quizá, la parte que más me ha costado deconstruir porque pensaba que las relaciones sexuales y románticas eran para toda la vida, que iba a ser yo la que tenía que estar esperando por un hombre y que ese hombre iba a cambiar mi vida, y que iba a ser el príncipe azul.
También tuve que descontruirme en otros aspectos, por ejemplo, con las marchas del día del orgullo LGBTIQ+. Las veía como marchas sin sentido y me parecía que de alguna forma eran una burla para la gente. Yo vivía en mi burbuja, tal vez no de privilegios, porque sufría discriminación. Creo que estaba influenciada por la heteronormatividad.
Toda mi infancia estudié solamente con hombres, estando en tercer grado sufrí abuso por parte de mis compañeros, a mí me violaron, también sufrí bullying, me decían marica. Incluso tuve una maestra que decía que a los homosexuales en las zonas rurales los colgaban y los ahorcaban. Yo en ese entonces quizás no entendía que al final lo decía por mí, que ella decía eso como para meterme en miedo y ver si yo podía cambiar mi situación. Sufrí mucha violencia y la llegué a normalizar.
Una va acumulando y todo eso te hace de carácter fuerte, pero descuidé por muchos años mi salud mental y yo siempre digo que eso es parte del proceso de decontrucción. Tuve una relación tóxica, donde sufrí violencia física y emocional. Me costó demasiado tiempo salir de ahí, pero el involucrarme en la defensa de los derechos humanos y el feminismo, me ha ayudado a decontruirme.
Aún dentro de las mismas disidencias a veces soy atacada porque me dicen que refuerzo mucho el estereotipo binario y no es que refuerce el estereotipo binario, sino que eso ya es parte de mí forma de ser. Para mí el cómo te vistas no es un tema de deconstrucción.
Hace poco leí lo que escribió una feminista en Twitter. Dijo que las mujeres trans tenemos privilegios porque renunciamos al privilegio otorgado por el patriarcado. ¡No! ¡Qué desconocimiento de las infancias trans! Las infancias trans no vivimos en condiciones humanamente decentes, al contrario, somos atacadas y somos más vulnerables, precisamente, porque renunciamos a ese privilegio que, se supone, la vida nos dio por nacer con el sexo masculino; pero no es así, sufrimos un doble ataque, una doble discriminación.
Clara Alicia Sen (Mujeres Mayas Ajchowen): Yo como mujer maya viví en un contexto diferente porque nuestra cultura es muy conservadora. Mi mamá nunca me dijo nada sobre la menstruación, nunca me habló sobre los cambios físicos que una tiene que tener. Yo crecí sin saber mayor cosa. Hasta que estuve en el internado de monjas abrí mis ojos. Mis compañeras me dijeron cómo era menstruar, cómo era el desarrollo del cuerpo, cómo se sentía. Entonces, cuando llegó el momento, ya no me dio tanta cosa. Pero creo que eso, de algún modo me marcó la vida porque hasta la fecha yo le digo a mi mamá, que por qué no me había hablado de esos cambios y menos de lo que se siente al experimentar las relaciones sexuales. Ella simplemente me decía, que cómo me iba a decir, si a ellos los educaron así, que cuando una persona adulta habla y sos pequeña debés apartarte. Hablaban más de esos temas cuando había partos en la familia o cuando era un casamiento. Yo siento que todavía existe un tabú al hablar de sexualidad en el área maya.
FCAM: ¿Qué aprendieron y de quiénes aprendieron sobre sexualidad?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): Yo siempre he dicho que aprendí del movimiento trans. El movimiento te libera, mientras la sociedad te excluye y vivir excluida de la misma lucha y del mismo movimiento te pone en una situación más vulnerable porque, inclusive, yo antes de entrar al movimiento no vivía mi sexualidad al cien por ciento, siempre fui muy cohibida, incluso, en mis relaciones sexuales coito-genitales me gustaba todo con la luz apagada, en la completa oscuridad y, creo, que eso era parte de la misma vergüenza que sentía por mi cuerpo. Yo no me amaba, no amaba mi cuerpo, no amaba nada de lo que había en mí.
A veces, cuando quedaba de verme con alguien para tener un encuentro sexual coito-genital, tenía que ir rasurada, maquillada y arreglarme lo mejor posible, como que yo me estaba convirtiendo en algún premio para esa persona que, probablemente, ni se lo merecía porque ni siquiera llegaba.
El mismo movimiento trans me enseñó a amar mi sexualidad, a amar cada parte de mi cuerpo. Aprendí que, si alguien no me ama así, pues que se vaya al carajo. Yo antes, cuando sufría algún desprecio por el hecho de ser mujer trans, me sentía traumada. La mayoría de hombres pensaba que yo era una mujer cis y cuando les confesaba que era una mujer trans, me despreciaban, se iban e incluso, en las redes sociales me bloqueaban o me decían un montón de cosas. Yo vivía en una depresión constante. Sin embargo, cuando escuché a las demás compañeras hablar sobre la vivencia de su sexualidad, mi manera de ver las cosas cambio. Ahora vivo mi sexualidad al máximo, sin prejuicios, sin tabúes, sin nada.
Clara Alicia Sen (Mujeres Mayas Ajchowen): Con las mismas compañeras es que una va orientándose. La mayoría de señoritas con las que estudié eran indígenas. Nosotras nos sentábamos a hablar sobre lo que sentíamos, sobre la atracción sexual y lo que nos gustaba de los chicos. Había compañeras más atrevidas que ya sabían todo, tenían claridad en el asunto de cómo era tener relaciones sexuales, de cómo se sentía.
También se hablaba del famoso mito de que, si no llegas virgen al matrimonio, te va mal en la vida y eras impura. Eso representaba para nosotras una idea de mucho sufrimiento, porque los hombres buscaban la virginidad en la mujer. Obviamente, conforme vas avanzando en la vida y vas madurando, vas aprendiendo un poco más. Pero en mi familia, nadie me ayudó con este tema. Toda mi familia es muy conservadora.
En mi cultura es complicado que te compartan esas cosas. Es más, creo que hasta que lo experimenté, fui aprendiendo como era todo. Aún así yo conservaba ese tabú, me sentía impura. Por eso le agradezco tanto a mi grupo (Mujeres Mayas Ajchowen) y al teatro, de que nos hayamos encontrado. Sólo así pude quitarme ese miedo y sentirme más libre porque antes, inclusive, ya con hijos, yo sentía que, si hacía esto, era malo; que, si hacía lo otro, era malo. Todo era malo, todo era pecado.
También las religiones tienen mucho que ver. Lo de la religión es fregado porque si vas a una iglesia siempre te hablan de que la mujer tiene que ser pura, que la mujer no debe salir y un motón de cosas. Entonces, te cohíbe y se convierte en un peso sobre nuestros cuerpos. Por eso insisto en agradecer al grupo de teatro. Tenemos una obra que habla sobre el machismo, la invasión en nuestros cuerpos y el sentirnos culpables sobre nuestra sexualidad. Esa obra, tanto a mis compañeras como a mí, nos hizo romper esos miedos y nos ha ayudado a sanar.
FCAM: ¿Cómo entienden la autonomía de sus cuerpas y cómo lograron esta autonomía? ¿Qué cosas han tenido que trabajar en ustedes mismas para poder vivir su sexualidad con autonomía y reconocimiento?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): Parte de mi sexualidad era el proceso de culpa. Desde pequeña me inculcaron creer en Dios y como mujer adulta, soy creyente. Sin embargo, me dije: ¿cómo es posible que el Dios que me enseñaron, me va venir a decir que yo no nací así, con mi identidad de género? En mi camino yo no me perdí en ningún momento, porque desde que tengo uso de razón, me sentí una mujer; siempre sentí una atracción física y emocional hacia los hombres; nunca fue distinto. Entonces digo: A mis hermanos los crea “heterosexuales” y a mí me manda así, ¿para qué? Eso me hacía sentir culpable al tener relaciones sexuales con algún hombre. También creía que mis relaciones no funcionaban porque yo estaba en pecado, porque debería estar conviviendo con una mujer. Yo no creo en ese Dios que me enseñaron, no creo que Dios quiera que yo esté en depresión. Yo ahora soy una mujer trans alegre, feliz, que decide sobre su cuerpa, sobre quién puede y quién no puede acceder a ella y a no permitir que me la agredan.
Clara Alicia Sen (Mujeres Mayas Ajchowen): El teatro y el arte han sido herramientas poderosas para superar estos estereotipos, tanto para mí como para todo el grupo. También el hecho de poder compartir con otras personas. Casi nadie quiere hablar de la sexualidad, no sé si sólo es en mi cultura o es en otras culturas, pero cuesta mucho hablarlo. Es muy rara la ocasión en donde te sientas con alguien, con una amiga y hablas cómodamente sobre estos temas. Hay algunas amigas que me han apoyado y siempre me dicen: “déjate fluir, sos dueña de tu cuerpo, tú decides qué hacer con él”. Las abuelas y nuestras madres NO hablaban de esto. Hasta hace poco mi mamá habló conmigo y me dijo que no me volviera a casar, que el matrimonio era complicado, que si quería tener algo con alguien no pasaba nada, que estaba bien. Lo ha ido entendiendo. Ahora yo me comparo con la Clara Alicia de hace un tiempo y ya no hay pena, no hay miedo, he superado eso gracias a mis amigas y aliadas.
FCAM: ¿Por qué desde los feminismos es fundamental reivindicar el derecho y la vivencia del placer, como una dimensión política de nuestra sexualidad?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): El feminismo ha venido a romper esas barreras que el mismo patriarcado nos ha inculcado. El patriarcado nos ha enseñado que las mujeres debemos ser noventa, sesenta, noventa; que las mujeres debemos tener siempre nuestro cabello arreglado, debemos estar siempre bien maquilladas, debemos usar vestidos, tacones —porque en tacones nos vemos mejor—, etcétera. Y yo les digo: miren, las mujeres somos diversas y el problema, inclusive, dentro del mismo movimiento trans, es que hay una presión. El mismo patriarcado nos ha querido enseñar lo que significa ser una mujer. Romper con esos paradigmas como mujeres trans, es difícil.
El feminismo no tiene las mismas capacidades que tiene el patriarcado en términos de poder económico y poder político. Sin embargo, ahí estamos, somos criticadas porque rompemos cosas, somos criticadas porque pedimos el aborto. El feminismo nos ha enseñado, precisamente, esa deconstrucción social y a entender la sexualidad de una manera distinta. Por eso a mí me gusta ver movimientos que promueven el amor a los cuerpos gordos, el movimiento queer, con estos movimientos le estamos dando una cachetada al patriarcado, le estamos diciendo que se puede vivir de otra manera y con más plenitud nuestra sexualidad, y el feminismo, debería de abrazar más a estos movimientos.
FCAM: Karla, ¿qué puedes contarnos sobre la hipersexualidad de las mujeres trans? Desde tu punto de vista, ¿por qué se da esta hipersexualidad? ¿Cómo lo viven?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): Ahí hay varios aspectos a tomar en cuenta: uno, lo que nos enseña el patriarcado sobre lo que es ser una “mujer prefecta”. ¿Qué implica eso? Implica que, a la mayoría de mujeres trans nos obligan, y digo, nos obligan porque, de alguna manera, todas caemos en eso, a que busquemos las cirugías plásticas y así contribuimos a la hipersexualidad.
Así los hombres ven a una mujer trans con unos senos enormes, una mujer trans que muchas veces tiene que someterse a la aplicación de biopolímeros, para hacerse unas caderas y un trasero enorme. Todo esto afecta el cuerpo de las compañeras. Tenemos casos de mujeres trans que han muerto a causa de una tromboembolia o algunas quedan con los cuerpos destrozados. Entonces, esa es una parte de la hipersexualidad en que muchas veces las mujeres trans caemos, porque también es parte de la misma exclusión social que vivimos. Al no tener acceso laboral nos queda dedicarnos al trabajo sexual. En este sentido, el patriarcado hace con las mujeres trans género lo mismo que hace con las mujeres cis género: nos ponen a competir para ver cuál es la que tiene el mejor cuerpo.
También los hombres buscan a las mujeres trans para que les cumplan las fantasías que no pueden realizar en sus hogares, porque no existe esa confianza, esa deconstrucción, que el mismo feminismo les puede dar. No son sinceros con sus parejas y eso los lleva a no disfrutar la sexualidad juntos. Eso es parte de la hipersexualidad que se vive desde las mujeres trans, porque nos han colocado en su imaginario, precisamente, para satisfacerlos.
FCAM: Tomando en cuenta los sistemas de salud frágiles que tenemos en la región y con la inclinación por brindar los servicios a ciertas poblaciones con ciertos privilegios, ¿cómo está haciendo la población ante la falta de atención del sistema de salud? ¿Qué problemas se han acentuado? ¿Cómo esta fragilidad estructural y este enfoque de la emergencia, está acentuando problemas vinculados con la salud sexual?
Karla Guevara (Colectivo Alejandría): Ha habido prevalencia de VIH en esta cuarentena. Las compañeras no han dejado de trabajar por el covid-19 y muchas cosas han subido de precio, por ejemplo, tres condones están costando dos dólares y una compañera trans en un día de trabajo puede tener hasta cuatro, cinco o seis encuentros sexuales. Las compañeras no tienen 200 dólares mensuales para invertir en condones. Además, durante la pandemia ha sido difícil para nosotras ofrecerles los condones y la prueba de VIH o las pruebas de otras infecciones de transmisión sexual, pero viéndolo más allá de la sexualidad, en el tema de la salud en general, no se están atendido otras enfermedades.
Clara Alicia Sen (Mujeres Mayas Ajchowen): El sistema de salud ha colapsado en Guatemala. Algo que he sabido por otras compañeras es que hay un incremento de la violencia física y sexual durante la cuarentena, y que se está viviendo desde sus propios contextos, desde sus propias casas. Aliadas me comentaron que las mujeres estaban viviendo más abusos al momento de pasar más tiempo con sus familiares y esposos. Y cabe recalcar que las mujeres tienen mucho miedo de hablar y de denunciar, por represalias y porque nos han enseñado a callar y ser sumisas.
El sistema de salud sólo se ha enfocado en la pandemia, no podés ir a denunciar porque si no es por covid-19 no te atienden. Es tan difícil acá que ellos puedan velar por la salud sexual y reproductiva de la población. También siempre llevamos las desventajas a nivel jurídico, a nivel del Ministerio Público; si tú pones una denuncia por acoso o abuso sexual, simplemente tu caso se estanca, no le dan seguimiento y ahí se queda. Entonces, yo siento que siempre las mujeres estamos en desventaja ante este sistema machista.