La calle centroamericana: cuna de los activismos contrahegemónicos

“Abajo las prisiones, las cárceles y las fronteras, resistencia anticolonial desde el pueblo y desde el barrio”, con estas potentes palabras al ritmo del rap, Leafrox inauguró el diálogo virtual "Sentires disruptivos: interseccionalidad y decolonialidad en Centroamérica"

La calle centroamericana: cuna de los activismos contrahegemónicos

“Abajo las prisiones, las cárceles y las fronteras, resistencia anticolonial desde el pueblo y desde el barrio”, con estas potentes palabras al ritmo del rap, Leafrox inauguró el diálogo virtual "Sentires disruptivos: interseccionalidad y decolonialidad en Centroamérica"

by | Ago 29, 2023 | 0 comments

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“Abajo las prisiones, las cárceles y las fronteras, resistencia anticolonial desde el pueblo y desde el barrio”, con estas potentes palabras al ritmo del rap, Leafrox inauguró el diálogo virtual “Sentires disruptivos: interseccionalidad y decolonialidad en Centroamérica”, promovido por FCAM en el marco de su 20 aniversario.

En el diálogo participaron la artivista Maya K’iche’ Camile Juárez y el defensor de derechos humanos Misael Molina (ambes de Guatemala) y Leafrox, afroindígena hondureña y escritora antirracista. La conversación estuvo guiada por la periodista y feminista Catalina Ruiz-Navarro.

A lo largo de esta entrada encontrarás algunas definiciones alrededor de la teoría interseccional y decolonial, pero, sobre todo, reflexiones disruptivas desde las perspectivas de les tres activistas jóvenes.

Más que una teoría, una práctica: origen y devenir de la interseccionalidad

¿Cuáles son los pro y los contra de los conceptos interseccionalidad y decolonialidad en los distintos contextos centroamericanos? fue la pregunta inicial para detonar el diálogo.

Camile empezó por situar el origen del término, una categoría de análisis acuñada a finales de los años 80 por la estadounidense Kimberlé Williams Crenshaw, autora antirracista quien definió la interseccionalidad como el fenómeno por el cual cada individuo sufre opresión u ostenta privilegio en base a su pertenencia a múltiples categorías sociales.

La activista guatemalteca recordó que este concepto fue creado para la búsqueda de justicia, puesto que resultaba necesario categorizar las situaciones de dominación que vivían las mujeres negras y racializadas en Estados Unidos, y para eso empezaron a nombrar las múltiples opresiones y condiciones de desigualdad que enfrentaban.

Así lo reafirma Ana Montanaro en su libro “Una mirada al feminismo decolonial en América Latina”, quien destaca las aportaciones de Crenshaw: la ausencia de la mujer negra en la ley, es un mecanismo de borradura. La interseccionalidad revela lo que no se ve, cuando categorías como género y raza se conceptualizan separadas unas de otras.

Al trasladar este análisis y situarlo en el contexto centroamericano, Camile desde su lectura explica que en el caso de Guatemala puede ser complejoy dijo: “para mí la interseccionalidad más allá de ser una teorización, es una práctica basada en las vivencias de las personas y es por eso que la interseccionalidad va cambiando, porque no tenés las mismas necesidades al ser joven, al ser una persona de la tercera edad y tener una enfermedad crónica, etc. Tus condiciones de vida también van cambiando y se van desarrollando de una manera muy diferenciada a lo largo de tu historia personal y de tu historia colectiva, pues también hay implicaciones culturales y sociales que afectan tu calidad de vida”. Y afirmó: “considero que es necesario analizar los recorridos sobre esta categoría, ya que en los últimos años ha tomado bastante auge entre las organizaciones y puede ser un concepto muy peligroso, porque el hecho de enunciar esta perspectiva no significa que se esté llevando a la práctica y se estén reconociendo todas esas condiciones diferenciadas bajo las cuales cada grupo o persona se desarrolla”.

La activista guatemalteca aclaró que, si bien reconoce el origen e importancia, el concepto sigue siendo incómodo puesto que observa cierta objetualización del mismo y concluye afirmando: Para mí la interseccionalidad no debería servir sólo para nombrar las opresiones, sino para colocar la diversidad y abrazarla, pero sobre todo para desarrollar prácticas que mitiguen las desigualdades.

Por su parte Misael subrayó que “no es un concurso de quién tiene más opresiones, o cómo vamos juntando opresiones, más bien es necesario reconocer estas distintas realidades que vivimos cada persona, saber que tenemos necesidades diferenciadas y cómo son garantizados los derechos humanos desde lo comunitario y en todos los territorios, alejándonos del racismo y el clasismo que se siguen viendo en los distintos contextos”.

Leafrox por su parte reconoció que, si bien estos son términos académicos, la interseccionalidad es una lectura antirracista necesaria que nos ayuda a ver de forma más integrada todas las opresiones que nos pasan por las corporalidades, tanto el racismo, el patriarcado, el gordo odio, el clasismo y toda esa cantidad de violencias que se interconectan.

Y también dijo: “pienso que una ventaja de este concepto es que además de llevarnos al cuestionamiento hacia afuera, sirve para ver hacia adentro, porque es importante no sólo vernos como víctimas, sino también como victimarios, ya que estando dentro de este sistema y al haber internalizado y normalizado esas violencias, nosotres también ejercemos violencias sobre otras personas”.

Las críticas de les panelistas de Guatemala, coinciden con las opiniones de otras personas consultadas en 2021 por la organización colombiana Sentiido, quienes expresaron prevención frente al término. “Aunque el enfoque interseccional sea importante porque abre parámetros para generar investigación al reconocer las particularidades de poblaciones específicas, su uso cotidiano se ha convertido en una catalogación de diferencias, una enumeración de identidades que genera fragmentación, pues no nombra a quiénes generan y se benefician de dichas categorías y pierde de vista la lucha conjunta por objetivos comunes. Además, pese a no seguir el sentido originario del término, esta simplificación puede desconocer las consecuencias históricas, sociales y políticas de las jerarquías impuestas por las categorías raciales y de clase que nombra como rótulos de identidad, no como categorías de opresión que permitan escuchar las voces de las personas más afectadas por ellas”.

Las “otras”, les “otres”: personas concretas, ubicadas en territorios concretos

En los años 2000 se abren nuevos debates feministas en Latinoamérica, entre ellos el análisis decolonial. Para Montanaro Mena, los feminismos postcoloniales vienen a generar nuevas reflexiones, significaciones, símbolos, discursos, teorías y praxis feministas, aportando nuevas herramientas analíticas, categorías teóricas dirigidas a mostrar visiones más amplias, complejas y críticas elaboradas desde la diversidad de las “otras” mujeres que se mueven en contextos políticos, económicos, sociales y culturales donde están presentes las nuevas formas de colonialidad. En su libro define los feminismos poscoloniales como aquellos que constituyen un conjunto de aportaciones feministas del sur global, dispersas en la geografía pero que se asumen situados en geografías y territorios concretos y desde las diversas argumentaciones de la colonialidad y decolonialidad, asumen nuevos retos e incorporan nuevos sujetos que han estado silenciados y excluidos en el feminismo hegemónico, y que, desde la periferia del conocimiento apuntan a denunciar el carácter eurocéntrico, etnocéntrico y universalizador del sujeto del feminismo hegemónico y de la forma en que este reproduce la colonialidad, estando en relación estrecha con la propuesta de decolonizar el pensamiento y la praxis feminista.

La investigación realizada por Sentiido también incluyó un breve apartado sobre el concepto decolonial y en resumen plantea que: “La racialización y la clase son temas transversales en América Latina que dan cuenta del impacto social, político y económico de las estructuras de desigualdad impuestas por la colonización y que se han perpetuado a través de la colonialidad. La categoría raza, en particular, surge durante el proceso de colonización y continúa siendo utilizada para distribuir desigualmente derechos y recursos hacia las poblaciones negras e indígenas. De ahí la importancia de una perspectiva decolonial dentro de los transfeminismos latinoamericanos”.

En 2009 la feminista dominicana Ochy Curiel expresó que “es urgente articular y traspasar esa perspectiva de modo de pensar cómo se expresan las relaciones de poder, de raza, de clase, de sexualidad, en contextos postcoloniales; pues, aunque el colonialismo no es el mismo desde la llegada de los conquistadores europeos, la colonialidad ha sido marcada en nuestros contextos, en nuestros cuerpos, en nuestras vidas, incluso en muchos de los proyectos feministas y este se concreta en la dependencia ideológica, política, material, que aún buena parte del feminismo mantiene en sus teorías y discursos, en sus prácticas y en la vida personal de muchas …”.

A propósito de este debate, Misael durante el diálogo señaló que: “La colonización como tal nos atraviesa el cuerpo, nos limita y nos hace creer que es lo que debemos de sentir, cómo debemos identificarnos, cómo debemos nombrarnos incluso, pero más allá de seguir las reglas de la academia nombrándonos de una u otra forma, lo importante es cómo ese proceso de decolonizar es llevado a la práctica, incluso desde el activismo comunitario, porque muches lo estamos haciendo y ni siquiera lo nombramos así, pero sí estamos identificando las necesidades diferenciadas de cada persona, cada realidad y cada contexto ”.

Leafrox se refirió a la decolonialidad como un concepto académico y señaló que para su organización la práctica está primero, esto teniendo en cuenta que son conceptos a los que muchísimas personas en los barrios y en los pueblos no tienen acceso, por lo que sus prácticas anticoloniales están basadas en la propia organización comunitaria, la protesta como acción de calle que se da en los territorios, pero que no se les conocen como decoloniales, aunque son fundamentales.

El feminismo decolonial dirige su crítica al feminismo hegemónico occidental instalado en la institucionalidad y academia latinoamericana, poniendo en evidencia cómo muchas de sus categorías y prácticas reproducen el racismo y la lógica de la colonialidad y contextualiza las violencias multidimensionales ejercidas por particulares y Estados en un contexto de capitalismo neoliberal.

La activista también expresó que vivimos en una sociedad altamente racista y es necesario tomar un lugar, incomodar y no ser parte del silenciamiento blanco, cómplice.  “Mientras no nos posicionamos seguimos siendo cómplices de todas estas estructuras violentas, porque la estructura racista y colonial no solamente es una opresión, es una estructura que sostiene múltiples violencias a las cuales nos vemos enfrentades constantemente. Considero que todos los posicionamientos que tengamos, van a tener sí o sí, ventajas y desventajas, pero son lecturas necesarias para poder construir colectivamente y poder votar también esa posición colonial de las fronteras que al final no son solamente fronteras físicas, sino también fronteras en cuanto al discurso, en cuanto a las acciones, en cuanto a tejer resistencia”.

Tensiones academia – calle y acciones transformadoras

Leafrox, durante el diálogo, colocó aspectos claves sobre las tensiones entre los movimientos sociales y la academia y dijo que, si bien la palabra tensión es muy fuerte, significa que hay una problemática vigente. “Desde mi lectura política esa tensión tiene que ver con el extractivismo epistémico, pero nosotros hemos resistido ancestralmente. Esa tensión es por el cuestionamiento que se hace desde la resistencia anticolonial a la academia, al nombrar que todo ese conocimiento que está ahí se dio en los pueblos originarios y eso es algo que la academia no ha querido enfrentar. Además, sostiene una estructura racista que también es colonial, sus textos, su información es extraída del conocimiento indígena, del conocimiento negro, de los territorios, pero se queda ahí centralizado porque es un espacio cerrado. La academia casi nunca construye con la comunidad, pero se atribuye legitimidad por encima del conocimiento comunitario, sin embargo, hay una relación directa que no se da en la academia, se da en la calle, se da en el barrio y esas son acciones como tal, no solamente son discursos. Hay posicionamientos fuertes que no se dan en la academia, la academia no se posiciona ni antimilitarista, ni antirracista, ni anticlasista, ni antipatriarcado ni nada de eso porque es parte de ese sistema que reproduce, materializa y justifica estas violencias, entonces recuperar la calle como un territorio implica un rompimiento con la academia que no se quiere incomodar”.

Missael plantea que una apuesta transformadora desde el mundo activista puede ser el hecho de seguir construyendo saberes de forma colectiva y también reapropiarse del espacio académico incluyendo estos debates: “hay que ir a esos espacios, llevar nuestras identidades, nuestras luchas, nuestros nombres y visibilizarnos porque al final es necesario hacerlo de una forma decolonial, no replicar los conceptos y las estructuras que nos han venido imponiendo. Pienso que podemos recuperar este espacio haciendo preguntas, generando ruido e incomodando, pero no es pelearse con la academia, sino pensar cómo podemos tomar la academia, decolonizarla y mover todo esto”.

“Podemos llevar estos cuestionamientos a la calle, a nuestras actividades comunitarias, al trabajo que hacemos con los gobiernos locales por ejemplo y ver cómo podemos seguir con la construcción colectiva y llevar la teoría a la práctica, llevar esta teoría académica a lo comunitario y desde ahí construir y viceversa, porque desde ahí también intercambiamos experiencias, conocimientos y ver si al final se entretejen estos saberes que se construyen tanto desde la colectividad, desde la calle, como desde los espacios académicos y de pensamiento”.

A propósito de esas acciones transformadoras, Camile habló de la juventud como ese grupo social heredero de la calle como espacio público de militancia y de cómo en la actualidad la calle se ha extendido de muchas formas que no son precisamente un espacio físico, refiriéndose al internet.

“La juventud en Guatemala se moviliza por redes sociales, mucha gente joven se ha tomado esta tarea de traducir y crear contenido sobre conceptos que provienen desde la academia y que la academia no precisamente ha sabido cómo comunicar. Creo que ahí hay un gran aporte y un tremendísimo valor sobre cómo se transforman las cosas y cómo se llevan a la práctica. Hay influencers que te están explicando constantemente qué significa cierta palabra del feminismo o por qué es problemática la interseccionalidad, por qué ir a votar es importante, etc., y me parece que es una acción sumamente valiosa de cómo toda esta información que es súper densa, se transforma en tres o cuatro segundos. Todo ese trabajo de conexión, de transformación y de comunicación lo está haciendo mucha gente joven que ha llegado a comprender estos conceptos, que los ha estudiado y que de alguna manera los manifiesta o los transforma en otra cosa, ahí hay un valor sumamente importante que están haciendo las personas jóvenes y usuarias de internet”

Para cerrar Catalina invitó a dejar volar la imaginación, abrir nuevos caminos que nos ayuden a resistir cotidianamente y seguir reivindicando la alegría sin perder la indignación.


Fuentes consultadas:

Notas del diálogo virtual FCAM: “Sentires disruptivos: Interseccionalidad y decolonialidad en Centroamérica”.

Montanaro Mena, Ana Marcela (2017) Una mirada al feminismo decolonial en América Latina.

Interseccionalidad: Definición y orígenes.

Sentiido (2021), ¿Qué es el transfeminismo en América latina?

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